Una buena manera de aprovechar al máximo lo que la
naturaleza nos da es el reciclado casero de los residuos orgánicos. Es posible
fabricar una nueva sustancia con estos desechos, llamada compost, que se utiliza
luego para mejorar la textura y fertilidad del suelo, en el jardín y en macetas
también. En el proceso se descomponen de manera controlada diversos materiales
con una proporción determinada de carbono y nitrógeno, óptima para la actividad
de los organismos que lo realizan. Éstos son principalmente bacterias,
actinomicetes (una clase muy específica de bacterias) y hongos, aunque también
lo acelera la presencia de lombrices, escarabajos, larvas, etc.
Es increíble
pero les aseguro que aunque se trata de una descomposición, si se usan los
materiales correctos, el proceso no genera olores desagradables. No es
incompatible con el “buen gusto” de olfatos familiares sensibles ni las “buenas
relaciones entre vecinos”.
¿Por qué hacerlo?
-Porque fabricamos nuestro propio abono, sin sustancias
químicas extra, diseñado a la manera antigua, probada por millones de años de
funcionamiento. Es barato y está siempre a mano.
-Porque reducimos el volumen de los desechos que producimos.
Ocupan gran espacio en los lugares donde la basura se entierra o producen humo
y gases donde la basura es quemada para su eliminación.
-Porque enseñamos a los niños (y a todo aquél que quiera
hacerse cargo de esta responsabilidad) a contribuir con un granito de arena
para la salud del suelo, el aire y el agua del planeta.
¿Cómo se hace?
Se necesita un recipiente adecuado a las proporciones de
desechos que vamos a poner. Y también debe ser proporcional al espacio
disponible, no es lo mismo para un jardín o huerta que para un balcón. Si va a
ser colocado en el suelo del jardín, puede usarse una caja de madera sin fondo,
por ejemplo. En un balcón deberá ser un contenedor más pequeño, con fondo para
evitar derrames de líquidos de desecho y una buena tapa para impedir la entrada
de moscas. Se puede diseñar un compostador en forma casera o adquirir alguno de los muchos modelos que hay en el mercado.
El primer paso es la selección de materiales a compostar y
su acopio en la cocina. Para esto se puede usar un recipiente plástico con
tapa, o cualquier cosa que tengamos a mano para acumular desechos. Yo uso un
recipiente de vidrio, porque me resulta fácil de lavar y mantener limpio. Como
lo vacío un par de veces por día, aunque no tiene tapa, no llega a atraer
moscas. Pero si la frecuencia de descarga es menor, o en verano con una tapa
nos ahorramos las visitas molestas.
Mientras tanto, en nuestro recipiente de trabajo de
compostaje, deben ir formándose capas de desechos que mantengan una buena
ventilación, para que la descomposición se haga en presencia de oxígeno. Para
ello se pueden ir intercalando ramas o piñas de coníferas que mantendrán la estructura
aireada.
Además de aire debemos tratar de mantener un control sobre
los “ingredientes” utilizados. Las recetas simples para recordar hablan de 2
partes de restos secos (hojas otoñales, pasto seco, cáscaras de maní, paja, por ejemplo) por 1
parte de residuos verdes o frescos (restos de cocina, pasto recién cortado).
Los restos secos garantizan una buena provisión de carbono, mientras que los
frescos aportarán el nitrógeno necesario.
El tercer punto a tener en cuenta es que la pila no debe
estar seca, porque se detiene la descomposición, ni demasiado húmeda, porque se
pierden las condiciones de aireación necesarias, se produce un encharcamiento.
Cada cierto tiempo se debe mezclar la pila, para controlar
cómo va el proceso y aportar más aire. Si estamos utilizando la ayuda de
lombrices, les facilitará la tarea de acercarse a los restos que hemos
desechado en la parte superior del compostador.
El proceso puede ser más rápido en otoño y primavera y genera un producto listo para usar en dos o
tres meses. Cuando las temperaturas son bajas, la formación del compost puede llegar
a detenerse. Si por el contrario hace demasiado calor, la pila de compost
perderá el agua con más facilidad y los organismos no podrán seguir actuando. Durante la descomposición la temperatura de los materiales se eleva hasta unos 70º C.
El producto final está listo cuando tiene la apariencia de
tierra muy suelta y esponjosa, con un agradable olor a tierra húmeda.
¿Qué se puede poner
para hacer este compost?
-Desechos de frutas y verduras (sin sal, condimentos, aceite
ni aditivos).
-Yerba: para los nativos del Cono Sur de América es una
manera rápida y eficaz de añadir textura al suelo en formación. Los trozos de
yerba forman un material esponjoso y liviano al secarse parcialmente.
-Saquitos de té (sin la etiqueta de papel)
-Posos de café y filtros de papel
-Papel blanco en pequeña cantidad (`por ejemplo servilletas
usadas, que no se reciclan con los residuos secos domiciliarios)
-Teóricamente se puede agregar el estiércol de herbívoros
(vacas, conejos, caballos). Pero en la ciudad es tan difícil conseguirlos como
la pluma de un ave fénix.
¿Qué no poner en el
compost?
-Desechos de carne, grasas o aceites: al descomponerse
producen sustancias tales como la cadaverina y la putrescina…no digo más ¿quién
quiere oler algo que lleve esos nombres?
-Heces de mascotas
-Cualquier cosa que no se descomponga (nada de envases
plásticos, bolsas u otras porquerías)
Uso del compost
Cuando ya se obtiene el producto final, la tierra negra, esponjosa, fragante, llena de nutrientes para nuestras plantas, se utiliza esparciéndolo (en general sobre la superficie y sin enterrarlo) del suelo de jardín o las macetas. Basta con una capa de 2 cm más o menos.
Actualmente se está reconociendo la importancia de reducir los desechos que producimos o reutilizarlos. Esperemos que sea más que una moda pasajera adoptada por unos pocos con conciencia ambiental. Puedo garantizar que no lleva mucho más tiempo en la rutina del hogar, como dije no produce mal olor y con tiempo y paciencia, resulta en un beneficio para la economía y el bienestar de las plantas. Anímense a probar y sumémonos a este buen hábito.